Lo extraordinario de un eclipse, no es la sombra que proyecta la tierra sobre la luna.
Parar por un rato la loca carrera cotidiana persiguiendo espejismos, para voltear por un momento al universo que nos rodea. Mirar el cielo por unos minutos en el breve parpadeo de nuestra vida. Parar el auto, para contemplar a nuestra compañera nocturna, devorada lentamente por nuestra sombra, con precisión programada.
Lo extraordinario es hacernos conscientes por un momento de la perfección y precisión con que funciona el movimiento de los astros y nuestro prodigioso planeta. Descubrir asombrados la gran inteligencia, cuidado, amor y belleza que está atrás de cada estrella, de cada flor, de cada insecto, y de los ojos que nos permiten ver el milagro de la vida. Lo extraordinario no es el eclipse lunar, sino el asombro de descubrir el asombro. Sentirnos por un momento parte de la grandeza de la creación. Polvo estelar.
Y la luna se cubrió el rostro, para que pudiéramos verla.
Y la noche se hizo noche para invitarnos a mirar para adentro.
La belleza de la luna llena, no es por la luna, sino por reflejar la luz del Sol. La belleza del ser humano no es por el ser humano sino por reflejar la luz del Ser.
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